Un sobreviviente del Everest.
Alcanzar la cumbre del Everest es un logro inmenso, bajar de ahí con vida lo es aún más.
De cada seis montañistas que intentan esta cumbre, techo del mundo, uno pierde la vida; las más de las veces durante el descenso.
Hugo Rodríguez Barroso plantó orgullosamente la bandera mexicana en la cúspide del coloso el 23 de mayo de 1997 a las 2:12 p. m.; un tanto tarde, en opinión de los puristas.
Al iniciar el descenso una serie de eventos lo dejó atrapado a más de 8,600 metros de altitud. Las radios esparcieron de inmediato la noticia por todos los campamentos en la montaña; Hugo fallecería, nadie había sobrevivido jamás una noche a esa altura, a la intemperie, sin tienda y sin bolsa de dormir, en medio de una tormenta de nieve que llevaría la temperatura a 45 °C bajo cero, debilitado por su extendida permanencia a gran altitud y respirando aquel aire enrarecido sin contar con oxígeno suplementario. La consternación general era grande, pues un año antes habían perecido 15 alpinistas en condiciones muy similares, en la que se considera la mayor tragedia en la historia del Everest.
Entonces sucedió lo impensable, lo que nunca antes se había visto ni a la fecha se ha repetido; en un viaje a su interior que por momentos bordeó la locura y el delirio, Hugo no sólo sobrevivió aquella noche, sino que cerca del amanecer inició por su propio pie un descenso que para cualquier otro habría resultado imposible tras haber estado más de 34 horas en altitud extrema.
¿Fue por su fuerza de voluntad, su determinación, su impecable preparación o por un ejercicio de certidumbre? Quizá todo lo anterior no habría bastado si en ese momento no hubiera logrado convertirse en uno con la montaña, y así ser el primer atleta del mundo en superar dos grandes pruebas; en natación, el cruce individual del Canal de la Mancha; en montañismo, la cumbre más alta del mundo.
En el curso de su narración este valiente mexicano nos conduce a lo largo de una experiencia que seguramente invitará a la reflexión y, ¿por qué no?, también hará al lector uno con el Everest.